jueves, 10 de mayo de 2007

El Aragonès Errante

Un terremoto emocional endemoniado,
un jaguar que les observa desde la espesura de la selva.
Una cinta de seda alrededor
de una bomba de relojeria a punto de estallar.

Una maniobra de nunca atracar,
un perfume de aromas orientales,
un desayuno con tamales,
un accidente previsto en los planes,
del artista equilibrista, del aragonés errante,
a punto de traspiés.

Una lagrima como una perla,
que vuelve al mar, sea como sea.
Suplicando por algun tipo de relación digna de llamarse humana,
que lleve la pena y la quebrada en el bolsillo del corazón.

Una de esas malas compañias,
factoria de melancolia,
que no vienen a ver si pueden,
sino porque pueden vienen,
una indigena alienigena,
que solamente bebe
justicia poética.
Una contienda contenida y loca,
un beso en la boca de la botella
de flor de caña -gran reserva-,
sobre una mesa repleta de vasos vacios
y limones exprimidos.
Una sed de ilusiones infinita,
donde nacen y mueren
las acciones que brillan,
en el tiempo que contempla
un mundo hecho a medida,
no sólo del que siembra,
sino del que es semilla.