sábado, 18 de diciembre de 2010

La tigre e la neve

*Attilio está en la cocina cuando escucha gritos*

Hijas: Aaahhh!!! Ayuda! Papá, ayuda!!

Attilio: Qué sucede...?

Emilia: Un murciélago!

Attilio: Oh! Cuerpo a tierra! Al suelo! *susurrando* Está inspeccionando, tratemos de comprender sus intenciones. Vamos bajo la cama, así no nos ve.

Emilia: Aaah! Murcielagucho, vete! vete...!

Attilio: Emilia, qué estás diciendo? Si le dices murcielagucho se ofende, es peligroso. *con tono lírico* Murciélago, bello murciélago perdido, ve a la derecha que ahí está tu nido!

*el murciélago sale*

Emilia: Nooo... qué culo, papá!

Attilio: ¿Cómo que cu... Es la virtud de la poesía! Si le dices murcielagucho, siempre tendrás que hacerlo así. El otro día me estaba afeitando en el baño. Entró una araña y le dije: "Querido araño, sal del baño". Y salió.

Rosa: Y si me encuentro con un ratón? Qué le digo?

Attilio: Le dices: "Ratón, aléjate un montón" y se va.

Emilia: Me enseñas a escribir bella poesía, papá? Cómo te convertiste en poeta?

Attilio: Bueno, cómo se hace...? Saben, yo era pequeño, tenía un par de años menos que ustedes... tenía 8 o 9 años. Yo estaba con la abuela -mi madre- y la quería mucho. Habíamos ido a visitar al tío Giustino que vivía cerca de un bosquecito. Y de pronto saben qué pasó?

Emilia: Qué cosa?

Attilio: Un pajarito, empezó a volar y a cantar y a bajar siempre más... Fiufiufiu! Volaba y bajaba fiufiufiu...! Aquí... se me posó en el hombro.

Rosa: No!

Attilio: Sí, te lo juro! Me eligió a mí de entre todo el mundo! Temía que se fuera... así que fingí ser un árbol. Me quede quieto... estaba así *se queda quieto* fiufiufiu...! Mientras tanto el corazón me latía en el pecho, me golpeaba... tum tum tum!

Emilia: Y luego?

Attilio: Salió volando. Entonces rápidamente se lo quise contar a mi mamá. "Mamá! Un pajarito! fiufiufiu! Volaba! Cantaba! fiufiufiu! Se posó sobre mi hombro! A mí! Se ha quedado como una hora, un pajarito!!" Ella dijo: "Mira que te voy a creer!" y siguió hablando con el tío.

Rosa: La abuela fue mala. No le gustaban los pajaritos?

Attilio: No, la abuela no era mala y le gustaban los pajaritos. Pero no era ella. Era yo. Era yo que no supe contarle bien lo que había sentido, que no le hice sentir bien la emoción que había probado. Quedé tan mal que dije: "Habrá alguien en el mundo cuya profesión encuentre las palabras exactas, que te hagan latir el corazón igual que late el propio."

Ese día decidí ser poeta.

Emilia: A mí me latió el corazón, papá.

Rosa: A mí también, a la abuela no...

Attilio: Si las palabras no son justas, nada puede ser justo.

Si por ejemplo yo digo: "Ve a la cama, es tarde," nos entendemos, no? Son palabras justas, vamos!

Rosa: Y si entra otro murciélago?

Attilio: Qué has dicho? Vayan a la cama que tengo que llevarlas a la escuela mañana a las nueve en punto.

Rosa: No a las nueve, a las ocho y media...

Attilio: Y MEDIA! Yo lo sabía. Buenas noches!!!