Guatemala es un país hermoso y complejo...
Situado en una de las zonas geológicamente más activas de América, la actividad sísmica y volcánica es parte de nuestro día a día, así como los intensos periodos de lluvias que marcan cada temporada invernal. Ubicados en el cruce de placas tectónicas y en la ruta de huracanes, los guatemaltecos enfrentamos riesgos ambientales que, año tras año, nos recuerdan la fragilidad de nuestra tierra.
Sin embargo, estos fenómenos naturales, aunque inevitables, no tienen por qué ser devastadores. Con planificación adecuada e infraestructura bien diseñada y mantenida, podríamos reducir significativamente los daños.
Pero en lugar de invertir en carreteras resistentes o en sistemas de alerta temprana, muchas veces el presupuesto se desvía en manos corruptas, dejando a nuestras comunidades expuestas y sin defensas.
Cada vez que un puente se desploma o una carretera se corta por un deslave, no solo perdemos vidas y seguridad; también se interrumpe el flujo de bienes y servicios, afectando a la economía y elevando el costo de vida para todos. La falta de vías alternas y la poca inversión en infraestructura aumentan nuestra vulnerabilidad. Y cuando eso sucede, los más afectados son siempre los sectores más desfavorecidos, aquellos que dependen de esos caminos para su subsistencia.
La triste realidad es que los políticos, en lugar de prever y actuar, eligen ignorar estos problemas o centrarse en sus propios intereses. Pero esto no tiene que ser así. Con una visión de futuro y un compromiso real, podríamos construir un país más seguro y resiliente.
Pienso en todo esto y entonces me surge la pregunta: Por qué... si yo puedo ver todo esto, no lo ven los demás? Por qué... me doy cuenta de la urgencia y la necesidad de actuar, y mis compatriotas, o quienes tienen el poder de decisión, no tienen el corazón ni el sentido común para verlo también?
Abre los ojos...
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