miércoles, 2 de noviembre de 2005

Be careful what you ask for cause you might just get it

La 1:15 PM y me dirigí a mi carro pensando en los trámites burocráticos que siguen después del robo de la placa: la denuncia en el ministerio público, la denuncia en la policía, la solicitud de reposición en el ministerio de finanzas, el expertaje de motor y chasis... largas y largas colas con cara de expac asoleado a manos de funcionarios públicos...

Guácala

Ugh... acaso es posible que mejore esta suerte tan patética? Acaso es mi destino agonizar hasta la alegría con tanto trámite gubernamental? No puede ser de otra forma?

Mientras pensaba en mi destino me dispuse a dar la vuelta en U y al aproximarse una Runner plateada, frené para darle vía.

Naturalmente, mi carro no se detuvo.

Mi pié estaba en el fondo del freno, pero al carro le peló la estaca y siguió su curso, poniéndose en colisión directa con la Runner. Se oyó un espantoso rechinido de llantas y solo atiné a cambiar de pedal y acelerar para aminorar el inminente morongazo. De alguna manera el conductor de la Runner logró evitarme y ahora estaba a la par mía con la ventanilla del pasajero a la mitad haciendo toda clase de referencias a mi familia cercana.

No contesté nada. En ese momento una sola pregunta me invadía completamente:

WTF…?

Ayudado por el freno de mano me detuve más adelante para abrir el capó y enterarme de que el tambito del líquido de frenos estaba completamente vacío. Vacío sin nada. Encendí las luces de emergencia y agarré por las Américas y la Reforma para llegar al centro frenero, compresionando y rogando por que no se me atravesara ninguna viejita de bastón. Manejar sin freno es fácil: todo el mundo maneja como si no tuviera.

El mecánico me explicó que la manguerita del líquido de frenos estaba teniendo contacto con los resortes del shock y que se fue desgastando lentamente hasta que se le hizo el hoyito. La solución era reemplazar la manguerita y ya.

Reemplazar la manguerita y ya. Afortunadamente los repuestos para los Toyota Starlet son abundantes y relativamente baratos. En Japón, that is. Aquí en Guatemala la historia es, digamos, un tanto diferente. Sin embargo, después de mucho cotizar y cotizar y recotizar y andar de venta de repuestos en venta de repuestos, finalmente encontré lo que quería: una banqueta para sentarme y meditar sobre el rumbo de mi existencia. Por qué lo compré? Por qué no compré un Lada?...

Finalmente, en un último intento pasé por la zona 8, me detuve en una esquina y un fulano de esos que andan corriendo repuestos usados se me acercó. Sin decirle nada, alcé la manguerita al cielo y bajé la cabeza en negación. No cabe duda que mi gesto lo conmovió porque sin mediar palabra tomó la dichosa manguerita y se fue... como por media hora, tanto que pensé en la posibilidad de un cuarto asalto. Pero no. En la lejanía, con el atardecer de fondo y en cámara lenta, apareció mi corredor de repuestos agitando una mano triunfalmente y en la otra... una manguerita usada. Por un momento quise echar a correr jubilosamente con los brazos extendidos, también en cámara lenta, dando un brinquito aquí y allá entre florecitas amarillas, ventas de shucos y humo de camionetas...

Pero hubiera sido un acto de lo más maricón

Total, me limité a pagarle los 100 quetzales que demandaba (se me escapa el arte del regateo) y regresé al taller justo 15 minutos antes de que cerraran.

A las 18:00 estaba de regreso en el parqueo, sin haber hecho nada de mis trámites y menos millonario, joven y feliz que cuando salí.

Y todavía me falta poner el vidrio.