jueves, 29 de abril de 2010

Dragones


China, cerca de un campo de arroz y un lago cristalino, hace 3000 años...

El chinito miraba al cielo.

Y el cielo nocturno lo miraba a él, despejado, tachonado de millones y millones de estrellas que lo bañaban con cataratas de luz... La luna viajaba enorme a toda velocidad y Júpiter y los planetas se veían aumentados mil veces, quizá por la refracción de las lentes de los sueños...

—Qué estás haciendo?— preguntó la chinita que estaba a su lado.

—Inventando la astronomía!

Y se rieron otra vez, como lo habían estado haciendo desde hace quién sabe cuántas horas de estar hablando intrascendentalidades... Así suelen ser las conversaciones de quienes se conocen de otras vidas...

Ella lo vio fijamente sin que él le pusiera mucho cuidado... Una estrella fugaz cruzó el cielo dejando su estela de luz en el momento exacto en que la chinita cruzaba el aire entre los dos:

—Cómo se sentirán los dragones?

—Uh?

Al chinito le causó gracia escuchar a la chinita.

Pensó en Shrek, en la dragona y en el burrito y se rió. Dragones? Era demasiado espontáneo e inesperado. La chinita salía con cada cosa...

Iba a contestar algo cuando se volteó a verla y no la encontró atacada de risa, sino mas bien sonriente, radiante, con ojos dulces de muñeca manga...

El chinito cortó su risa de pronto. Sonrió también pero aún no comprendía... Tenía la sensación de que la estrella fugaz se había quedado dando vueltas por ahí cerca. Atrapó la mirada de la chinita y poco a poco se fue embobando... El silencio que se asomó a curiosear la escena se llenó con los cascabeles de las estrellas.

—Cómo se sentirán los dragones, con todo ese fuego que tienen por dentro? Se sentirán como yo me siento en este momento?

Quien sabe a dónde se fueron las palabras. Acaso la luna, Júpiter y los planetas y las estrellas estaban dando un paseo dentro del chinito... Acaso pensó que a tanta belleza no se le podía añadir más belleza aún, acaso pensó que la cercanía del cielo le había afectado el cerebro o acaso pensó que quizá el ying yang universal había entrado en equilibrio por primera vez en toda su chinita vida.

Sólo atinó a contemplarla largamente con una astronómica fascinación astronómica, como si asistiera al nacimiento de una supernova.

Una lluvia de estrellas se desató en la constelación del Gato (astronomía china) y el chinito levantó la vista para observar cómo las estrellas se desprendían y tomaban carrera para ver quién llegaba primero a la eternidad... Duró lo que dura un suspiro... Y cuando todas habían pasado una pequeñita apareció aún queriendo alcanzar a sus hermanas.

—Viste eso? Era una...

Pero la chinita ya no estaba.

—Qué rayos??

Se puso a buscarla en todas direcciones pero... nada. De pronto se volvió hacia el sur y se encontró con un dragón de fuego azul que pendulaba silencioso en el firmamento. El dragón le guiñó un ojo y le dirigió una sonrisa burlona.

—Dónde está?— preguntó el chinito.

—El destino es el destino— contestó el dragón.

Y no dijo nada más. Se alejó volando, zigzagueando, riéndose (ji ji ji)... hasta desaparecer en el río plateado que vos y yo conocemos como Vía Láctea... ejecutando otra vez sus designios y sus misterios.

El chinito despertó.

Dragones, estrellas, planetas y chinitos y chinitas de otras vidas se disolvían en el éter de lo improbable.

Sólo la luna de la madrugada decía adiós por una esquina de la ventana.

—Rayos!— pensó —Esos wantanes estaban demasiado dulces...

Cerró los ojos para ver si aún quedaba algo... pero sólo se encontró con la oscuridad de sus párpados.

Sueños...

Se levantó de un brinco, se desperezó y se puso su bata chinita y sus zapatos chinitos dispuesto a desayunar arroz chino con leche. La estampa de un dragón en la pared lo saludó y varios ji ji jis resonaron por ahí.

El chinito se detuvo por un instante y sonrió. Sacudió la cabeza en negación y recordó lo que alguna vez le había dicho aquel monje peregrino que iba en busca de ciertos manuscritos de Buda: que es imposible soñar dos veces la misma cosa.

Porque si sueñas varias veces con lo mismo, lamento decírtelo pero no hay duda: el destino ha decretado que estás completa, perdida e irremediablemente loco.

Y el destino es el destino.