jueves, 21 de octubre de 2010

Las locas, románticas y medievales aventuras de Sir Batfink de los Palotes


Es el caballero de la armadura de plata, paladín de la justicia y la verdad. Es el jinete aventurero, cazador de dragones y dragoncitos, buscador de tesoros y apasionado de los enigmas, entusiasta de las guitarras, las caminatas románticas por la playa y los alimentos que tienen la etiqueta con la información nutricional.

Es Sir Batfink de los Palotes (como adecuadamente decía el título)

Y Sir Batfink de los Palotes salía del castillo a buscar nuevas aventuras sobre su fiel y galante corcel Furridolfo (también de los Palotes)

—Un momento, me llamo Furridolfo?

—Asi es. Aparte de ser un brioso corcel que cabalga las llanuras a la velocidad del rayo, eres mi furry friend.

—Me siento morir de pura ternura.

La puerta gigantesca del castillo cayó estrepitosamente y el caballero la cruzó al galope en fracción de segundos.

—A la aventura Furr...!!

Diciendo esto estaba cuando lo interrumpió una voz muy dulce desde lo alto:

—NO TE VAYAS!

En un pequeño balconcito, en la torre más alta del castillo, se encontraba la Reina de las 10 Lunas. Era la mujer más hermosa, más fabulosa, más ocurrente de toda la comarca. Tenía unos grandes ojos de muñeca manga del color de la mielita encuadrados por unas cejas tan perfectas que daban ganas de mordisquearlas, cabellos negros, largos y rizados que se agitaban con el viento pero que de alguna manera siempre quedaban bien, una nariz justo en medio de la cara y abajo, como era de esperarse, la boca. Y dos orejas pequeñitas y tiernas que naufragaban en la revolución de su (des)peinado y que inevitablemente te recordaban un elfo.

Parecía un ángel.

Sir Batfink parecía bobo.

Ante tal revelación, se bajó del caballo y echó a correr hacía la torre. Abrió la puerta para descubrir una enorme escalera de caracol de 500 peldaños que llegaba hasta lo alto.

A los 25 escalones ya pedía pelo por el peso de la armadura.

A los 100 su ritmo cardíaco era de 185, su presión diastólica era de 240 y acusaba un fuerte dolor en la región torácica.

Podemos concluir entonces que nuestro caballero ya se nos estaba quedando.

Sin embargo, y de alguna manera milagrosa, subió los 500 escalones y cuando al fin llegó el diálogo se desarrolló de esta interesante manera:

—Amor mío! Subiste!!

—Amada mía! Aquí estoy!!

—Te necesito!!

—Te quiero!!

—Te extraño!!

—No puedo vivir sin ti!!

—Oh!!!

—Ah!!!

—Mi corazón es tuyo!

—Perfecto, vámonos!

—No puedo!

—Uh?

—Me siento mal por esto pero... no puedo!

—Pero si es bien fácil... sólo hay que bajar las gradas... que son como 500... Mentira, no es fácil. Pero con decisión aunque sea bajamos rodando, vamos!!

—Lo siento! No puedo! Acabo de darme cuenta que no puedo!

Sir Batfink se quedó de una pieza.

—Siento que me quedé de una pieza. Pero está bien. Si esa es tu decisión, la respetaré como un caballero medieval con síndrome de escaleritis crónica. Me iré con la imagen de tu rostro impresa a fuego en mis retinas y el recuerdo único de este momento. Adiós... Reina!

—Adiós!!

Sir Batfink bajó 250 gradas cabizbajo y meditabundo. El resto las bajo de la misma manera, pero con la novedad de que iba rodando después de tropezar en el escalón 251. Al término de su retumbante viaje, el caballero se levantó y notó que la armadura tenía unas cuantas abolladuras (Ningún repuesto que no pudiera encontrar en FPK de la zona 4 o en Super Auto Repuestos Acquaroni o en el peor de los casos, donde los hermanos Copher)

—Furridolfo, vámonos.

—Qué pasó, galán? Por qué la cara de chihuahua deprimido?

—El destino ha querido que este amor no se realice. Es mejor partir. Andando.

Desde la torre se volvió a oír:

—NO TE VAYAS

Sir Batfink volteó a ver. La Reina lanzó un pañuelo perfumado (o era un suéter?)...

—Oh! Una prenda de mi amada!

...que descendió vertiginosamente por el peso de la enorme piedra que envolvía. El proyectil acertó en la cabezota de Sir Batfink y el impacto produjo el mismo dulce timbre de una olla atolera cuando se cae de la camioneta extraurbana, cerró de golpe su visera, lo boto de Furridolfo e hizo que cayera de espaldas, agitando los pies en el aire como tortuga en aprietos.

—JAJAJAJAJA!!!

—No te rías Furridolfo! Es mi amada que me llama! El amor... sí! Glorioso sentimiento de tener 2 costillas flotantes quebradas, laceración facial, entumecimiento general del sentido común y la pérdida total de la dignidad!

—La costilla quebrada explica porque sentís a veces que te falta el aire.

—Subiré de nuevo a la torre.

En la grada 100 Sir Batfink se detuvo a hacer una fogata, asar un murciélago, tomar una bebida energetizante y agarrar nuevas fuerzas para llegar a lo alto de la torre.

5 horas después...

La puerta se abrió de golpe y Sir Batfink cayó más estrepitosamente que la noticia del Impuesto Único de Reconstrucción para los Trabajadores.

—Aquí estoy amada mía!! He venido por... what the fuck??

La Reina no estaba. Pero los que sí estaban eran tres guardias muy pero muy atléticos y muy pero muy rudos y muy pero muy malos que pusieron sus espadas en el cuello de Sir Batfink, el cual ya empezaba a sentirse un poquito incómodo.

—QUIETO, INTRUSO.

—Caballeros, podemos discutir esto como caballeros, supongo.

—No sabes dónde te estás metiendo, Sir Batfink.

—...pero creo que ya me estoy familiarizando con el concepto. Señores, me parece que hay un pequeño malentendido...

—Sí, y lo vamos a resolver separando tu cabezota de los hombros.

—Ok, ok. Ya que me encuentro en desventaja numérica, lo más justo sería que me permitieran levantarme con la dignidad de un caballero... y correr lo más despavorido que pueda, qué dicen?

—No tienes chance, insecto.

—Huir despavorido en... bicicleta?

—Menos.

—Despavorido nadando?

—Hasta nunca, Sir Batfink.

—ALTO! Sir Batfink ya se iba.

La Reina de las 10 Lunas estaba parada ahí, gloriosa, radiante, salvadora...

Los 3 soldados cerraron la puerta con un golpe formidable que envió a Sir Batfink en trayectoria directa hacia las escaleras. Y mientras rodaba los 500 escalones se iba preguntando si sería casualidad haber leído algo en este mismo blog sobre una situación muy similar, pero sin armadura y que no acabó muy bien.

Al llegar al último escalón y ante la imposibilidad de rodar más, Sir Batfink se levantó (previas 2 horas de descompresión craneal) se quitó algunas tuercas, se sacó el casco, lo besó y prometió nunca más volver a atropellar a otro motorista.

"Ya sé lo que se siente" —pensó. Luego se dirigió a su caballo:

—Bueno Furridolfo, ahora sí...

—Sir Batfink... estás bastante hecho mierda!

—Lo sé Furri, y más aún por dentro. Pero no importa, la aventura nos llama y nuestra vida caballeresca apenas comienza... Hacía adelante Furridolfo!!

—NO TE VAYAS.

Esa voz...

La Reina de las 10 Lunas estaba en el balcón de la torre... Sir Batfink volteó a verla... y la vio segura, la vio decidida, vio como que ahora sí...

(Furridolfo): Ha de ser porque soy caballo o las anteojeras, pero en serio, yo no puedo ver nada de eso desde acá...

(El autor): Es el amor Furri. El amor te da poderes inimaginables, establece una conexión entre dos personas, te hace sentir lo que la otra persona siente, te hace entenderlo todo, sacrificarlo todo, poderlo todo...

(Furridolfo): Mmmm…. Me quedo con la hipótesis de las anteojeras...

Sir Batfink dijo con decisión:

—Voy a subir Furridolfo!!

—No puede ser... realmente el amor vuelve idiotas a los inteligentes.

—Ya te oí!

—No lo dije por vos... no oíste que dije algo sobre "inteligente"?

10 horas más tarde...

Sir Batfink llegó al balcón. La Reina de las 10 Lunas estaba ahí, sin guardias. Se acercó lentamente y se detuvo a su lado, apoyando las manos en la baranda. Ella y la noche eran hermosas, serenas, dulces... la luna iluminaba todas las ventanas del mundo y el universo se desplazaba incontenible en todas direcciones, apenas en un susurro...

—Aquí estoy.

(Sintió tentación de agregar "una vez más", pero quiso conservar la belleza del momento)

La Reina no dijo nada. Miraba la luna como si quisiera conservarla, como si fuera lo último que vería en esta vida. Se quedaron así un rato hasta que la Reina lo encaró y le dijo apesadumbrada:

—Estoy cansada de nuestra situación.

La visera de Sir Batfink se cerró de golpe. Detrás del metal se alcanzó a escuchar "QUE?".

Se levantó la visera con el guante y dijo en un tono muy dulce:

—Qué dijiste, amor mío?

—Por más que trato, no logro dejar de pensarte. Te quiero mucho... y me siento mal por eso porque no debería... Ya he dicho tantas veces esto que parezco disco rayado... Estoy cansada, no puedo seguir...

A Sir Batfink se le cayó la pechera de la armadura.

—No digas eso, vamos. Tengo un plan perfecto para huir de esta comarca: Tomaré tu mano y cruzaremos esa puerta, luego bajaremos los 500 escalones, un escalón a la vez, poquito a poco... luego nos subiremos a mi corcel que puede cabalgar a la velocidad del rayo...

—Ese soy yo!! seee!!!

—... y tengo toda la intención de que iniciemos la aventura de nuestras vidas, juntos. Todo nuevo, para siempre. Lo único que importa es el ahora y las personas que amamos. Y yo te amo a ti.

—Y yo a ti...

—Perfecto! Vamos...

—No puedo... Cuando te llamé pensaba que sí podría... Pero mientras subías, el tiempo pasó y me di cuenta que...

—Puedo poner una catapulta allá abajo y lanzarme hacía acá para que no cambies de opinión tan rápido y puedo...

—Si me hubieras dicho esto la primera vez que subiste...

—Lo sé, lo sé. No teletransportarme en el tiempo es uno de mis más grandes defectos, pero puedo arreglarlo, puedo...

La Reina le puso un dedo en la boca con mucha dulzura, como diciendo "Ya sho, taradito"

—Es mi decisión, mi decreto Real. Lo siento.

Sir Batfink no dijo nada. Primero porque le tenían la boca tapada y segundo porque vio la verdad en esos ojos que nunca pudieron mentir: De veras no podía ir. No dejaría su castillo, ni su comarca, ni sus súbditos por nada del mundo.

Tomó la mano de ella entre las suyas y le robó un beso... Ella hizo un ruidito de sorpresa y puso carita de gravedad... se besaron unos segundos que parecieron una eternidad, unos segundos que les supieron a gloria...

La soltó de pronto y se dirigió a las gradas. Volteó a verla por última vez. Le dijo adiós con la mano y empezó a bajar...

Bajó unas cuantas...

—Qué diablos!

Cerró la visera y se dejó rodar...

* * *

—Bueno Furridolfo, andando.

—Estoy pensando en dedicarme a la fabricación de quesos.

—Uh?

—Con todo el tiempo que estuviste tonteando hubiera podido sacar un curso de manejo de lácteos en el Intecap.

—Bueno, bueno ya. No volverá a ocurrir, en serio.

—Si, sí, bla bla bla, yo soy Sir Batfink el seductor de la mente genial y el plan maestro y bla bla bla.

—Ya cállate.

Furridolfo echó a andar por el sendero con paso lento y cadencioso llevando sobre su lomo al caballero.

NO TE VAYAS.

—Alto, Furridolfo!!!

—Qué? Qué?? Un dragón? Donde? Una cámara de Emetra?? Dónde?? DÓNDE??

—No oíste eso?

—Oír qué? No escuché nada...

—Pero yo juraría que...

—Oh por Dios. Ese casco no era de los buenos.

Sir Batfink miró hacia la torre. El balcón estaba vacío. Ella se había ido.

—Si tuviera un blog, desactivaría los comentarios para conservar mi salud mental.

—Lamento informarte que es demasiado tarde.

—No importa. Puedo equivocarme, tenemos todo por delante y nunca me sentí tan bien, Furri.

—A Cerati se le oye bien... pero cuando lo decís vos, das miedo.

—Vamos Furri!!! Hacia adelante!!!

El corcel tomó velocidad... y la armadura del caballero brilló una vez más en la noche que empezaba... Sir Batfink de los Palotes sintió que su magia volvía de la nada, más fuerte que nunca, que todo era posible y se sintió con ganas de cabalgar hacía sitios insospechados...

De pronto, dejaron el suelo y se elevaron por las nubes, el aire frío de la noche sosteniéndolos... y lentamente tomaron rumbo hacía la luna llena que se veía enorme, anaranjada y redentora sobre las montañas...

—Hacia arriba Furridolfo!!

—Me siento como la portada del disco "Fuerza Natural"!!!! Wohooo!!!


Y ahí

en la luna

estarán por siempre

cada vez que veas por la ventana...