Hoy no estamos protegiendo la creatividad. Estamos cobrando peaje por usarla.
¿Querés cantar "Happy Birthday" en público? Pagá. ¿Querés hacer un collage con algo que te inspiró? Multa. ¿Querés enseñarle a una IA cómo se ve un castillo de Disney? ¡Heresía! Cómo te atrevés a alimentar la máquina con cultura robada... aunque todos los artistas de la historia se han alimentado unos de otros desde las cavernas.
Lo que tenemos no es copyright. Es copy-cartel. Un monopolio digitalizado que no quiere que compartas, que aprendas, que reinterpretes. Quiere que alquiles, que pagues, que consumas. Y si podés crear, que no se note mucho... no vaya a ser que moleste al ratón con guantes blancos.
Y ahora, cuando aparece una IA que puede recrear estilos, expandir ideas, y abrir la creatividad a todo el mundo, ¿qué hace el cartel? Grita: ¡INFRACCIÓN! ¡ROBO! ¡BLASFEMIA! Porque no les molesta que se copie. Les molesta que no cobren por ello.
La cultura, amigos, ya no es una expresión colectiva. Es propiedad privada, con rejas y candado. Y los que la abrieron alguna vez al mundo, hoy le ponen código de barras.
*