viernes, 30 de mayo de 2025

Hallelujah

Escuché por ahí 

que había un acorde secreto que David tocó 

y agradó al Señor,

pero 

a ti no te importa mucho la música

verdad?

*

miércoles, 28 de mayo de 2025

Fiando muerte: el negocio perfecto

Las motos están causando una crisis social, económica y sanitaria.

Esta crisis no existiría si no fuera por un grupo de malditos oportunistas que entregan motos fiadas a personas sin educación vial, sin capacidad de pago y sin el más mínimo sentido de responsabilidad. 

Lo que debería ser una herramienta de movilidad se ha convertido en un factor de muerte masiva, colapsando hospitales públicos y drenando los escasos recursos del sistema de salud...

El verdadero precio de esas motos lo pagamos todos… en sangre, camas de hospital y funerales...

*

domingo, 25 de mayo de 2025

Cuando AI escribe y AI resume

Imaginemos la escena:

Un postulante le dice a una inteligencia artificial:

“Escríbeme un CV para la empresa X. Sé algo de Java Script y React.”

Dos páginas de contenido prolijo y optimizado aparecen. Palabras como "proactivo", "apasionado", "team player" danzan sobre la pantalla. El humano la envía.

Del otro lado, el reclutador —saturado de correos indistinguibles— usa también una AI y le dice:

“Resúmeme este CV.”

Respuesta de la AI:

“El solicitante sabe algo de Java Script y React y está entusiasmado por trabajar en X.”

El reclutador entonces actualiza su prompt:

“Ignora frases vacías como ‘entusiasmado por trabajar’ en el futuro.”

Fin de la historia. 

O inicio de algo más profundo?


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Vivimos en una época donde el contenido se multiplica sin cesar, pero la atención se vuelve un recurso escaso. Las AI escriben más rápido que nunca, y otras AI filtran ese material a la velocidad de la luz. En medio, los humanos se preguntan:

"Realmente vale la pena que yo invierta mi tiempo leyendo algo que fue escrito a toda prisa, sin reflexión, sin intención real?"

Qué sentido tiene leer con atención algo que fue escrito sin atención?

Esta no es solo una crítica al exceso. Es un síntoma de una transformación más grande: la automatización del juicio.

Cuando delegamos tanto en la máquina que deja de ser herramienta y se convierte en filtro de realidad, qué nos queda? El contenido, o el criterio?

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La paradoja, entonces, es esta:

Cuanto más dependemos de AI para expresarnos, más probable es que nuestras palabras terminen destiladas en su mínima esencia…

Y si esa esencia es conocida de antemano, para qué decir más?

Pero aquí está el giro interesante: esta no es una batalla perdida. Es una llamada de atención para redescubrir el valor de lo genuino. El valor de la voz humana que, incluso apoyada por AI, no busca decir lo que se espera, sino lo que realmente importa.

Porque tal vez el problema no es que AI escriba por nosotros.

Tal vez el problema es que nosotros dejamos de tener algo único que decir.


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La AI es poderosa. Y puede ser parte de una simbiosis virtuosa, si usamos su fuerza para clarificar lo mejor de nosotros, no para esconder nuestra esencia tras frases recicladas.

Al final, la victoria no estará del lado de quien más palabras produzca

sino de quien se atreva a ser inolvidable en medio del ruido.

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jueves, 22 de mayo de 2025

Fuck the system

Hace poco, un conductor fue multado con Q.800 por un delito ridículamente menor: robar un cono de señalización. Lo jaló desde la ventanilla del auto, como quien toma algo que no le pertenece pero tampoco parece pertenecerle a nadie en particular. Fue grabado, expuesto, denunciado. Justicia express. Caso cerrado.

Pero el cono no estaba en cualquier lugar. Estaba en una obra pública detenida —una de tantas— donde lo evidente es el abandono, el sobrecosto, la corrupción. El tipo se llevó un cono; los otros se han llevado millones. 

Quién es el verdadero ladrón?

Y aún así, es el conductor quien recibe la condena social. En los comentarios lo tildan de ratero, de miserable, de símbolo del incivismo. Nadie dice nada sobre los pasos a desnivel inconclusos, sobre las constructoras fantasmas, sobre los funcionarios que ya están planeando su próxima estafa con la misma impunidad de siempre.

Esto no es una defensa del robo menor. Pero sí es una denuncia del doble estándar. Nos enseñan a indignarnos por lo pequeño, a apuntar con rabia a quien transgrede desde abajo. Nos distraen con el chivo expiatorio para que no miremos hacia arriba, donde el verdadero saqueo continúa, elegante y bien vestido.

La moral selectiva no nace sola. Se cultiva. Se siembra en cada nota amarilla, en cada titular inflamado, en cada castigo simbólico que simula justicia sin tocar los cimientos del problema.

Yo también, en mi adolescencia, robé una señal de tránsito. No para venderla, no por vandalismo puro, sino como acto simbólico de rebeldía. No está bien, lo sé. Pero fue un grito, no un crimen. Un gesto de desobediencia en un mundo que me parecía —y aún me parece— profundamente torcido.

Así que no, el problema no es el cono. El problema es el sistema que hace de un cono robado un escándalo... para que no hablemos del robo institucionalizado que todos vemos pero que a nadie parece interesarle castigar.

Fuck the system... know what I mean?

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No-amor

“Lo trágico no es el no ser amado, 

sino la necesidad de dominar para sentir que uno existe.”

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miércoles, 21 de mayo de 2025

Ficha de personaje - Batfink Vice


Nombre: Batfink Vice

Alias: El Hacker del Delay

Ocupación:

* Ingeniero de sistemas, guitarrista de covers y filósofo urbano.

Equipamiento:

* Chaqueta de cuero tipo Negan

* T-shirt sagrada con estampado de Queen

* Botas Stanley de 30 años (nivel: indestructibles)

* Plaquita de ID con historia

* Pititas con poder espiritual

* Remington PG6025 (modo barba de 3 días activado)


Poderes especiales:

* Puede detectar un tempo mal ejecutado con solo escuchar dos compases.

* Capaz de improvisar un solo de teclado si se rompe una cuerda en vivo.

* Recorta su barba con precisión milimétrica y sentido estético superior.

* Habla con Snoopy en sueños.

* Entra a los bares con música de Jan Hammer de fondo y todos sienten algo... aunque no sepan qué.


Lema:

"Don’t stop me now… que tengo un bug por resolver y una canción por tocar."

*

domingo, 18 de mayo de 2025

Criadillas y Revelaciones

Corría uno de esos días tranquilos en que el sol cae perezoso sobre los patios empedrados y los gallos parecen cantar solo por compromiso. Nos encontrábamos en casa de mi prima —muchacha vivaracha, siempre con una risa lista y el ceño bien poco arrugado por preocupaciones— y su flamante esposo, caballero formal, de bigote disciplinado y aire de quien todavía no se acostumbra del todo al yugo del matrimonio. Se habían casado hacía apenas unas semanas, y la visita era parte de esa ronda de compromisos post-nupciales en que uno va, come, felicita otra vez y hace preguntas de rutina con tono ceremonial.

En esa ocasión nos sirvieron almuerzo. Sencillo, según ellos. Una entrada de ceviche que, para ser sincero, me pareció extraña desde el primer bocado. No era pescado de mar, ni camarón de río, ni calamar ni pulpo ni nada de lo que uno espera cuando le dicen ceviche. Pero tenía buen sazón. Picante en su punto, con limón del que hace temblar la lengua y cebolla morada que crujía como debe. Lo comí. Lo gocé. Lo elogié. Pedí más.

Y fue en ese instante —cuando uno baja la guardia y confía— que se desencadenó la revelación...

“¿Y de qué es este ceviche, ah?”, pregunté, tan contento, tan ignorante, tan ajeno al abismo que estaba por abrirse a mis pies.

Mi prima se limpió la boca con la servilleta, me miró con esa sonrisa serena que a veces usan los que tienen una bomba de tiempo en la mano, y dijo con toda la naturalidad del mundo:

—Criadillas.

—¿Criadillas? —repetí yo, como quien saborea la palabra sin entender el ingrediente.

—Sí, los huevos del toro —remató ella, con una claridad que no dejaba lugar a dudas ni a interpretaciones suaves.

¡Los huevos del toro! La cuchara se me quedó a medio camino, como detenida por una fuerza invisible. Sentí cómo el estómago, que hasta ese momento había estado cantando loas de agradecimiento, se replegaba en silencio, confundido, humillado. El aire me supo distinto. El mundo giró lento.

—Solo el nombre no me gusta... —alcancé a decir, con voz temblorosa y cara de santo sorprendido en pecado.

Ellos rieron, claro. Una risa abierta, sabrosa, cómplice, de esas que no esconden el gusto de la broma bien hecha.

—¿Querés más? —preguntaron, casi con lástima por mi inocencia.

—Nooo, gracias —respondí, con dignidad tambaleante, recogiendo lo que quedaba de mi honra en la servilleta y disimulando la fiebre repentina.

Esa noche no dormí. Ni la que siguió. Ni las cinco que vinieron después. Me daba vueltas en la cama como alma en pena, imaginando efectos secundarios, preguntándome si aquello había sido una simple travesura gastronómica… o algo más...

Pero la revelación verdadera no vino hasta hoy, medio siglo después, mientras barría el patio y un recuerdo me cayó como mango maduro del árbol de la memoria. 

Recién casados… criadillas… afrodisíacos... ¡Dios mío bendito!

Tarde pisado... Supongo que el tiempo superó el bloqueo de la violación y ahora puedo contemplar mejor los recuerdos...

Todo encaja ahora... Yo, Inocencio, había sido parte de un rito secreto, de una especie de conjuro matrimonial culinario. Y yo tan campante, tan feliz, pidiendo más. ¡Oooh shayos! Que diría mi abuela, llevándose la mano al pecho como quien siente venir la tormenta...

Y así fue, querido lector. En esta vida uno no solo come por hambre, sino también por ignorancia. O por confianza. O por esa candidez tan nuestra que nos hace tragar cualquier cosa… siempre y cuando tenga limón y cebolla...

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miércoles, 14 de mayo de 2025

No es lo mismo, y lo saben - La manipulación del lenguaje político

Vivimos tiempos en los que decir la palabra “socialismo” es como encender una alarma. Una sola sílaba, y ya estás etiquetado, cancelado, linchado mediáticamente, o acusado de querer convertir tu país en una dictadura tercermundista. Pero seamos honestos: la mayoría de quienes hacen esa acusación... saben perfectamente que no es lo mismo.

No es ignorancia. Es estrategia.

Confundir socialismo con comunismo no es un error casual, es un movimiento calculado. Es una forma de vaciar de sentido las ideas que podrían cuestionar el orden actual. Se quiere hacer creer que cualquier intento por redistribuir la riqueza, por asegurar salud pública, por regular los excesos del mercado, o por dar educación gratuita, es automáticamente “comunismo”. Como si pedir un poco de dignidad humana fuera querer fusilar empresarios o prohibir la propiedad privada.

Lo saben. Y lo repiten porque da resultado.

Se instalan en el inconsciente colectivo imágenes de escasez, represión, pan con cartilla y colas interminables. Se juega con el miedo. Porque el miedo paraliza, y el miedo es útil para defender privilegios.

Este miedo se fundamenta en ciertos regímenes autoritarios de izquierda que dejaron un legado atroz, es verdad. El comunismo aplicado como dictadura dejó cicatrices: Stalin, Mao, Corea del Norte, Cuba. Sería deshonesto ignorar esa historia.

Pero ese miedo no puede convertirse en excusa o palanca para odiar automáticamente toda política que busque justicia social. No todo lo que huela a izquierda es totalitarismo. No toda intervención estatal es control absoluto. No toda redistribución es asfixia económica. Hay una zona intermedia, razonable, ética y humana: el socialismo democrático.

El socialismo auténtico no es el enemigo. El enemigo es la corrupción, la desigualdad obscena, la impunidad. El enemigo es el sistema que convierte hospitales en negocios, la educación en deuda, y los derechos humanos en lujo.

Y mientras se siga llamando “comunismo” a cualquier intento por humanizar la política, seguiremos atrapados en esta farsa...

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lunes, 12 de mayo de 2025

viernes, 9 de mayo de 2025

El Borde de la Pizza y el Alma del Hombre

Hay gestos que parecen pequeños, inofensivos, casi invisibles. Pero no lo son. No cuando se repiten. No cuando uno se sienta en la mesa y ve, una vez más, esa escena que debería estar prohibida por la Convención de Ginebra del buen gusto: un plato lleno de bordes de pizza dejados atrás como si fueran basura, como si el pan —el pan!— no mereciera la misma reverencia que el queso fundido o el pepperoni.

El borde de la pizza no es una orilla. Es un final. Es una declaración de respeto al plato completo. Es el epílogo del pizzaiolo. Dejarlo atrás es como leer una novela y saltarse el último capítulo porque “ya se entendió la trama”.

Y aún más infame es esa actitud de dejar los bordes como trofeos, cuidadosamente alineados, como si dijeran: "miren qué comedido soy, qué selectivo, qué refinado." No, amigo. No sos refinado. Sos un idiota con complejo de príncipe.

Porque sí: hasta comer se aprende. El largo de los spaghettis está pensado para atrapar la salsa. El cullote se disfruta con el gordito. El taco no se dobla como si fuera origami japonés. Y la pizza… se honra hasta el final.

Y sabés qué es lo peor? He observado. He tomado nota. Y con pesar —pero sin sorpresa— he comprobado que quienes dejan los bordes tienden a ser los mismos que no entienden metáforas, que cambian de opinión como de calcetines, que piensan que Queen sólo hizo We Will Rock You y que creen que “ser adulto” es tener un carro, no criterio.

Tal vez exagero. Tal vez no. Pero si me preguntás qué gesto revela el estado mental de una persona, te lo digo sin pestañear: ver cómo come. Porque quien desprecia el borde, probablemente también desprecia los márgenes, los detalles, los silencios, los postdatas.

Así que la próxima vez que compartas una pizza, observá. 

El borde no miente.

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jueves, 8 de mayo de 2025

Justicia

Puño en el silencio,
la voz corta como espada,
la ley arde en mí.

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PD 

Patojo hueco...

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La verdad siempre sale a luz

... tarde o temprano 

Bendito seas Dios Mío por no dejar que la mentira prevalezca 

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