–Te llamo para decirte que el Tigrito está castigado y no va a ir a ver el partido de Argentina con vos.
Escuchar así a tu mamá tan repentinamente me alarmó sobremanera y un montón de preguntas pasaron en un instante por mi cabeza. Pero antes de que pudiera decir algo ella siguió:
–Te lo voy a pasar para que te explique por qué.
–Aló? –dijiste. Estabas llorando.
–Aló? Hola... Estás bien? Qué te pasó?
–(Entrecortado) Me... castigaron...
–Y qué pasó pues?
–Es que... salí a la calle... y dejé la puerta abierta... y mi hermanita se salió.
El estómago se me cayó al piso. Otra vez mi cerebro se apresuró a querer sacar conclusiones y repasó todos los escenarios posibles. Traté de sonar calmado.
–Y ella está bien?
–Sí.
–Está bien? No se lastimó en las gradas?
–No.
–No le pasó nada?
–No.
–Y entonces?
–(Llorando con sentimiento) Me... castigaron...
Los años que viví con tu mamá me hicieron comprender todo al momento. Se asustó. Se asustó de verdad. Y su instinto de mamá hizo que reaccionara castigándote así. Tal vez no haya sido la mejor manera, pero a veces somos así, humanos.
–Bueno, ya no llorés. Fue un accidente y no pasó nada malo, verdad?
–(Suspirando) No.
–Tu mamá se asustó mucho, pero ya pasó y todo está bien. Sólo tené cuidado, sí?
–Bueno...
–Cómo te fue en tu experimento en el colegio? Inflaste el globo con el bicarbonato??
–Sí.
–Y no estalló?
–(Como diciendo "cómo se te ocurre?") No...
–No salieron los niños corriendo y gritando "Cuidado con el globo de la muerte! Está fuera de control!! Corran por sus vidas!!!"??
–Je je, no...
–Y al fin tus amigos llevaron las camisetas de sus equipos al colegio?
–Sí.
–Y cuál llevaste vos??
–La de Argentina.
–Qué bien... ya te sentís mejor?
–Sí.
Ya no estabas llorando. Ahora el que quería llorar era otro.
Bien hubiera podido agarrar el teléfono e iniciar una discusión por haberme castigado a mí también con no verte. Pero yo sé cómo es eso. Así como estaban los ánimos, nos hubiéramos alegado, nos hubiéramos dicho un montón de cosas que luego lamentaríamos y al final todos hubiéramos perdido. No, no era el momento.
Era más bien el momento para tratar de entender que a veces las personas que amamos dicen o hacen cosas que nos hieren, cosas que a veces son difíciles de asimilar. A veces las personas que más queremos nos hacen sentir mal y no se detienen a explicar por qué. Es cierto, uno tampoco es precisamente lo que se dice una pera en dulce. A veces son ellos, a veces es uno. Los seres humanos somos así.
Lo mejor que podemos hacer es tratar de rescatar las cosas buenas, olvidarnos de lo malo y encontrar dentro de nosotros una razón para sonreír (entre más absurda, mejor!) y seguir adelante. Espero que algún día, cuando seas más grande y leas esto, lo puedas comprender.
–Oye, te quiero mucho y me hacés falta, sabías?
–Mmm... bueno...
Ese día le ganó Argentina a Nigeria 1 a 0. Ese día no te vi y no pude abrazarte y decirte que te quiero.
Pero no importa, porque te lo puedo decir hoy aquí y te lo voy a decir mañana, cuando te vuelva a ver.
Te quiero mucho, Tigrito.