miércoles, 5 de enero de 2011
Parkinson
—Hola mamá, qué tal tu dia?
—Pues muy bien muchas gracias.
—Tuviste un buen día? Qué bien... Y qué te hiciste?
—Pues en la mañana el señor que iba a pintar las paredes no venía. Y no venía y no venía.
—Entonces no vino?
—Sí vino. Al fin se apareció. Pero yo le dije que me quería cobrar muy caro y se enojó.
—Ah. Bueno, ya conseguiremos otro.
—Ya había pintado la mitad de la casa cuando se lo dije.
—Ah...
—Entonces le dije que arreglara el jardín, que cortara las florecitas de atrás y que pusiera la tierra en los costales.
—Pero ya tenemos jardinero...
—Pero para que hiciera algo extra, mijo. Total, arregló el jardín y fue a comprar el veneno para las abejas.
—Las abejas del patio? Pero si no le hacen nada a nadie...
—Pero ya no las aguantaba. Entonces nos pusimos a botar el panal.
—Ay no...
—Yo me entré y ahí se quedó él y otro señor. Total que vinieron los bomberos...
—Vinieron los bomberos, claro...
—...porque como que picaron a una señora que vive a tres casas de aquí y la señora vino a decir un montón de cosas. Hubieras visto.
—Ay Dios...
—Total, fue un relajo pero ya no está el panal. Querés un tu vaso de mosh?
—Ay… um... sí, gracias.
* * *
Ya es de noche y estoy listo para irme a dormir cuando escucho que me llamás desde tu cuarto. Llego y estás sentada en el borde de tu cama, sudando, temblando muy fuerte por el Parkinson. No te podés parar, no te podés mover, no podés hablar bien. No podés hacer gestos, apenas si podés parpadear. Puedo escuchar cómo te castañetean los dientes dentro de la boca.
"Regalame agua, mijo" me querés decir.
Te doy agüita y parto tu pastilla y te la doy deshecha porque no podés tragar y te levanto y muevo el brazo para aliviarte un poco el calambre. Y mientras estoy haciendo eso, los vecinos picados por abejas y todo el pandemónium que armaste se me olvida y lo único que quisiera en ese momento es detener tu temblor, quitarte el dolor, poder hacerte sentir mejor, encontrar la forma para que la levodopa no pierda su efecto con cada dosis. Quisiera verte bien, como hace 11 años. Quisiera no verte sufrir así, tan duro. Quisiera que no te me estuvieras yendo, mamá.
Lo peor del temblor pasa al fin. Seguís sentada en el borde de la cama, abatida, cansada.
—Ya me está pasando, andate a dormir mijo. Disculpame que te desvele. Disculpame los relajos. Disculpame.
Por favor, no digas eso. No lo digas nunca. Esto así es. Así nos tocó.
Te puse tu gorra y al fin pudiste cerrar los ojos. Te acostaste a dormir hecha un ovillo, sin taparte mucho, sin apagar la luz.
No te disculpes mamá, por favor. Mañana andá y hacé y deshacé, fregá a todos, poné el mundo patas arriba una vez más. Eso es todo lo que importa. Eso es todo lo que quiero.