miércoles, 9 de marzo de 2011

El Principito - Capítulo IX


Creo que aprovechó, para su evasión, una migración de pájaros salvajes. La mañana de su partida ordenó bien su planeta. Deshollinó cuidadosamente sus volcanes en actividad. Tenía dos volcanes en actividad, lo cual era muy cómodo para calentar el desayuno a la mañana. Tenía también un volcán apagado. Pero, como él decía, "Nunca se sabe!". Deshollinó entonces también el volcán apagado. Si están bien limpios, los volcanes arden suave y regularmente, sin erupciones. Las erupciones volcánicas son como fuegos de chimenea. Evidentemente en nuestra tierra somos demasiado pequeños para deshollinar nuestros volcanes. Es por eso que nos causan cantidades de problemas.



El principito arrancó también, con un poco de melancolía, los últimos brotes de baobabs. Creía que nunca más iba a volver. Pero aquella mañana, todos esos trabajos familiares le parecieron extremadamente agradables. Y, cuando regó por última vez la flor y se dispuso a ponerla al abrigo bajo su globo, descubrió que tenía ganas de llorar.

—Adiós— le dijo a la flor.

Pero ella no le respondió.

—Adiós— repitió.

La flor tosió. Pero no era a causa de su resfrío.

—He sido tonta— le dijo al fin —Te pido perdón. Procura ser feliz.

Él se sorprendió por la ausencia de reproches. Se quedó ahí desconcertado, con el globo en el aire. No comprendía esa calma dulzura.

—Pero sí, te quiero— le dijo la flor —No lo supiste, por mi culpa. Eso no tiene ninguna importancia. Pero tú has sido tan tonto como yo. Procura ser feliz... Deja ese globo tranquilo. Ya no lo quiero.

—Pero el viento...

—No estoy tan resfriada.... El aire fresco de la noche me hará bien. Soy una flor.

—Pero los bichos...

—Debo soportar dos o tres orugas si quiero conocer a las mariposas. Parece que es hermoso. Si no, quién habrá de visitarme? Tú estarás lejos. En cuanto a los animales grandes, no les temo. Tengo mis uñas.

Y mostraba cándidamente sus cuatro espinas. Luego agregó:

—No des más vueltas, es irritante. Has decidido partir. Vete.

Porque no quería que la viera llorar. Era una flor tan orgullosa...